Esta nota de Feinmann es característica del desconcierto en el mejor de los casos y de la bronca con nosotros mismos en el peor, pues qué sentido tiene decir que nuestra historia reciente es un sinsentido.
Dos reflexiones. La primera es qué el peronismo es algo más que las relaciones de clases alrededor de los medios de producción. Parecería ser de la descripción de las “fases” un principio economicista, sobre todo a partir del último tiempo. Pero si estas contradicciones son manifiestas, lo que resalta como unidad es que el peronismo es el fenómeno político por excelencia donde se dirime la distribución del poder. El Peronismo es nuestro padre, nuestro benefactor, quien impone a la sociedad civil sus posibilidades de existencia. No hay una sola vez que los radicales terminaron su mandato. A ellos no los queremos gobernando, no nos saben gobernar.
Miramos a Europa, somos un reflejo embriagador de lo que sucede ya no con nuestro padre sino con nuestra madre. Todas estas fases estuvieron o están más o menos presentes en Europa solo que como bien dice Feinmann, han quedado olvidadas en la actual apatía de Europa, pero convengamos que supo ser un continente divertido. Tuvo su rechazo a la democracia, tuvo los excesos del fascismo y el nazismo, tuvo la república de Vichy y la OAS, tuvo asesinatos de figuras políticas y empresarias importantes. En última instancia este reflejo del mundo todo comprimido dentro del peronismo no es ininteligible en exceso. En todo caso deberíamos poder aprender por qué no son capaces de moderarse al interior mismo.
martes, agosto 28
domingo, agosto 26
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