Parece que el tema del Wirtschaftswunder tal como se trata acá abajo y cómo lo presenta otro blogero tienen un renovado interés. En particular, este blogero hace referencia a las condiciones iniciales, mientras yo me inclinaría más por generar estas. Un paper escrito por un yanqui trata de poner el balance en esta cuestión. El resumen es más que interesante por la cantidad de bibliografía del tema.
Igualmente, creo que la discusión de los milagros es si la elección de una macroeconomía dada hace al crecimiento o si las condiciones microeconómicas permiten crecer, inclusive soportando una mala macro. Hace poco leí un paper (no me acuerdo donde pero ya lo agregare) bastante intuitivo. La macro es poco relevante en un rango más o menos amplio, pero se vuelve relevante para explicar el bajo crecimiento cuando su instrumentación es extremadamente mala. Me parece que concordaríamos en que ese fue (o es, que alguien me diga) el caso de la Argentina. Otro blogero se hizo esta pregunta. Las opciones dejan poca posibilidad de saber qué piensa la gente, y se inclinaría más por la macro. Es cierto que con una inflación del 100% mensual o un desempleo del 25%, no hay micro que valga, no obstante si en los 90 éramos capaces de convivir con un desempleo mayor al 10%, no esta dicho con que nivel de inflación somos capaces de convivir, ni siquiera cuales son las convicciones de este gobierno, más allá del éxito o no del control de precios, referido al tema.
Pero entonces, no estaré contradiciéndome. Si la micro de los 90 era buena, por que no tuvimos el despegue esperado en esos años, mientras que ahora que es mala, no encontramos razones en el corto a mediano plazo para que se corte la racha positiva de crecimiento (si bien es esperable converger a tasas más bajas). Lamentablemente en la comunidad de economistas, y en la sociedad en general prevalecen dos sensaciones. El hecho de que estamos condenados a repetir una fuerte crisis en ciclos más o menos cortos de 5 a 10 años (ya nos tocaría un tequila) y a simplificar todas las discusiones sobre la forma de intervención del gobierno en aspectos muy visibles. Yo diría dos: empresas públicas y control de precio. Que yo sepa nadie le importó (o más bien saludan positivamente) en la convertibilidad, y ahora, que el gobierno le encante manejar el precio del dólar. Casi diría que constituye una política de Estado de esas que les encanta pensar a los planificadores. O cuál fue el grado de participación del estado en dos de los éxitos sectoriales de la década del 90: la soja y el sector automotor. El primero es claro pero considerando la política aperturista de la década pasada, no deja de ser extraña a ella que se halla defendido un sector automotor nacional, al menos integrado con Brasil. Bien podría haberse elegido importar los autos desde México, Corea o quien sabe donde.
Una de las razones porque nuestro baggage ideológico me juego a decir es tan importante, es por cierta incapacidad de pensar de modo complejo, saltándose el principio de causa efecto. El éxito o no de un sector, de un programa o de una empresa se debe a la conjunción de múltiples factores. Podrán resaltar unos pero puede decirse que es el conjunto en sí, lo relevante. No obstante, nos resulta difícil poder pensar de este modo. Sino, véase lo que parecería ser la actual política económica del gobierno. Este responde exclusivamente a las subas de precio del IPC. Se encarecen los autos, salimos con un plan para abaratarlo, suben los alquileres, tenemos un plan de incentivos para la vivienda propia, como si no debería ser este un objetivo un poco más relevante que afectar el IPC. Lo mismo pasa con la energía, todo se resume en no convalidar aumentos de tarifas. Podríamos seguir pero creo que con este punto basta. El disciplinar a los agentes económicos no tiene generalmente el efecto esperado. Las relaciones de causa y efecto suelen ser bastante más complicadas de lo que uno supone, y no obstante, esto no supone una menor intervención del gobierno, sino al revés.
Igualmente, creo que la discusión de los milagros es si la elección de una macroeconomía dada hace al crecimiento o si las condiciones microeconómicas permiten crecer, inclusive soportando una mala macro. Hace poco leí un paper (no me acuerdo donde pero ya lo agregare) bastante intuitivo. La macro es poco relevante en un rango más o menos amplio, pero se vuelve relevante para explicar el bajo crecimiento cuando su instrumentación es extremadamente mala. Me parece que concordaríamos en que ese fue (o es, que alguien me diga) el caso de la Argentina. Otro blogero se hizo esta pregunta. Las opciones dejan poca posibilidad de saber qué piensa la gente, y se inclinaría más por la macro. Es cierto que con una inflación del 100% mensual o un desempleo del 25%, no hay micro que valga, no obstante si en los 90 éramos capaces de convivir con un desempleo mayor al 10%, no esta dicho con que nivel de inflación somos capaces de convivir, ni siquiera cuales son las convicciones de este gobierno, más allá del éxito o no del control de precios, referido al tema.
Pero entonces, no estaré contradiciéndome. Si la micro de los 90 era buena, por que no tuvimos el despegue esperado en esos años, mientras que ahora que es mala, no encontramos razones en el corto a mediano plazo para que se corte la racha positiva de crecimiento (si bien es esperable converger a tasas más bajas). Lamentablemente en la comunidad de economistas, y en la sociedad en general prevalecen dos sensaciones. El hecho de que estamos condenados a repetir una fuerte crisis en ciclos más o menos cortos de 5 a 10 años (ya nos tocaría un tequila) y a simplificar todas las discusiones sobre la forma de intervención del gobierno en aspectos muy visibles. Yo diría dos: empresas públicas y control de precio. Que yo sepa nadie le importó (o más bien saludan positivamente) en la convertibilidad, y ahora, que el gobierno le encante manejar el precio del dólar. Casi diría que constituye una política de Estado de esas que les encanta pensar a los planificadores. O cuál fue el grado de participación del estado en dos de los éxitos sectoriales de la década del 90: la soja y el sector automotor. El primero es claro pero considerando la política aperturista de la década pasada, no deja de ser extraña a ella que se halla defendido un sector automotor nacional, al menos integrado con Brasil. Bien podría haberse elegido importar los autos desde México, Corea o quien sabe donde.
Una de las razones porque nuestro baggage ideológico me juego a decir es tan importante, es por cierta incapacidad de pensar de modo complejo, saltándose el principio de causa efecto. El éxito o no de un sector, de un programa o de una empresa se debe a la conjunción de múltiples factores. Podrán resaltar unos pero puede decirse que es el conjunto en sí, lo relevante. No obstante, nos resulta difícil poder pensar de este modo. Sino, véase lo que parecería ser la actual política económica del gobierno. Este responde exclusivamente a las subas de precio del IPC. Se encarecen los autos, salimos con un plan para abaratarlo, suben los alquileres, tenemos un plan de incentivos para la vivienda propia, como si no debería ser este un objetivo un poco más relevante que afectar el IPC. Lo mismo pasa con la energía, todo se resume en no convalidar aumentos de tarifas. Podríamos seguir pero creo que con este punto basta. El disciplinar a los agentes económicos no tiene generalmente el efecto esperado. Las relaciones de causa y efecto suelen ser bastante más complicadas de lo que uno supone, y no obstante, esto no supone una menor intervención del gobierno, sino al revés.