Que la respuesta de Feinmann a Verbitsky haya sido con una descripción de la vida de Sarmiento, el Salvaje Unitario, no deja de ser sublime, más cuando él considera que si Hegel lo hubiese conocido, le habría reservado un lugar, aunque sea minúsculo, al lado de Carlo Magno, Julio Cesar o Napoleón. No nos dejemos engañar por las últimas frases, no estamos hablando de los civilizados del norte que le hacen la guerra a la barbarie asiática, estamos hablando de nuestra civilización y barbarie, aquella que luego de más de cien años todavía no hemos logrado dar con una síntesis. Y la pregunta de Feinmann es esa, fue, acaso, Sarmiento un primer intento que luego falló o desbarranco en nuevas antinomias. Será Kirchner un segundo intento de síntesis. Todo lo que reclama Feinmann es que se le permita la duda, que le ha sido negada tajantemente por Verbitsky, con argumentos conocidos y que él incluye, como el enmascaramiento de la derecha en las virtudes republicanas, pero también con nuevos, como los beneficios del crecimiento económico. Cuáles son los hechos de la vida de Sarmiento que nos refieren a nuestra realidad. Sin duda el primero es la situación de la prensa. No vale comparación alguna, especialmente por lo que Sarmiento llego a ser, pero las criticas de la prensa de derecha contra el gobierno versan sobre los mismos elementos que la de los exiliados en Chile y Uruguay. La suma del poder público, la libertad de expresión, las relaciones con el mundo civilizado, son todas criticas que renuevan los panfletos de hace más de cien años. Ahí, el pliegue. Tengamos cuidado de un nuevo Sarmiento, aquel que no sabe que hacer con el gaucho, más que mandarlo a matar, como se ha repetido en nuestra historia. Su identificación con Facundo, hasta -diría Sarmiento- de ya no poder diferenciarlos. A los salvajes solo se les enseña clavando sus cabezas en las estacas. Necesita Rosas, o yendo a la actualidad, Kirchner, un rival de esta altura, al punto de que sea imposible encontrar alguien que lo defienda tan bien. Se ha visto en toda esta discusión de los superpoderes que no existió tal persona, pero que tampoco existió un adversario capaz de sintetizar la oposición. En todo caso no hay bronca, no hay impedimentos, solo una leve desazón. Quien sabe como reaccionaría Kirchner ante un adversario digno. Sabemos que Lavagna no lo es, más bien constituye un traidor y oportunista en el ideario peronista y que no ha sido catalogado de esta manera por el, aunque leve, apadrinamiento de Duhalde. Kirchner intuye esta realidad. Es Kirchner, entonces, quien debe optar por lo pobres y preservar la democracia, en un sentido particular de la misma que tenemos nosotros, los Argentinos, de pavor a la concentración de poder, algo que los países civilizados consideran de segunda importancia.
martes, agosto 22
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