El dialogo narra la conversión de Alcibiades, de ser el amado de Sócrates a volverse el amante de Sócrates. La conversión es equivalente a tener como meta la sabiduría en oposición al poder, pues el poder, sin la guía del conocimiento muy probablemente termina en el fracaso, traicionando nuestra propia meta. Cómo Sócrates logra la conversión de Alcibiades es persuadiéndolo de la utilidad para él, de la asistencia de Sócrates. Es más, no de la asistencia sino de la necesidad de que Sócrates tenga absoluto poder sobre Alcibiades para que este logre su cometido, a la vez con la ayuda divina de Dios.
La conversión de Alcibiades se logra después de un primer fracaso y de una primera victoria que, pareciera ser, deja insatisfecho a Sócrates. El primer fracaso quiere transformarlo en una victoria por la burla a Alcibiades, el cual no se deja engañar. La primera victoria de Sócrates llega cuando, una vez más, interroga a Alcibiades acerca de la justicia y le muestra que la razón de las guerras y en particular, de la muerte de su padre, se deben a diferencias entre los hombres acerca de qué es la justicia, que constituye a su vez el tema tratado en las dos obras de Homero.
Cabe mencionar que al igualar la política a los demás artes como la gimnasia o el tocador de flauta, Sócrates ha introducido una distinción entre sabiduría y conocimiento. Por ahora alcanza con decir que tiene conocimiento sobre una materia aquel que ha aprendido o descubierto por si mismo la técnica o arte sobre el dominio en cuestión, y que quien mejor domine dicho conocimiento será el más excelente en el campo, pudiendo aconsejar a los demás que, reconociendo su ignorancia, recurren al experto.
Pero en la política nos damos cuenta de un fenómeno aparentemente contradictorio. Mientras que en cualquier arte uno recurre a quien es considerado el experto, en la política todos se creen con derecho de aconsejar al demos sobre lo que hay que hacer. Más aún, mientras que uno reconoce que no sabe aquello que efectivamente no sabe, ningún mal puede sucederse de recurrir a un experto, pero de la política, en donde participan quienes creen saber aquello que no saben, se siguen los mayores males. Considerando que cualquier persona comienza a actuar cuando tiene o cree tener conocimiento sobre la materia, el mejor consejero será aquel que demostrando la ignorancia de los demás, logre detenerlo antes de que comience a actuar. En consecuencia, el efecto práctico de la perplejidad es poder evitar los males, también el peor de los males, aconsejar sobre la conveniencia de la guerra y la paz, no sólo cuando es mejor sino también cuándo y por cuanto tiempo o hasta cuando conviene seguir una política especifica con un extranjero.
Sócrates identifica tres posibilidades y omite otra. La primera y peor de todas es, como decíamos, aquel que no sabe y cree saber, de quien se siguen todos los males. Las otras dos identificadas son aquel que no sabe y considera que no sabe, del cual ningún mal puede seguirse, y una tercera que es aquel que sabe. El que sabe puede saber que no sabe y está como en el caso anterior, este es su conocimiento, o efectivamente conoce y por lo tanto puede ser consejero de los demás. El caso omitido es aquel que sabe y no cree saber, del cual, presumiblemente, no podrían seguirse males pues se abstendría de actuar, pero tampoco bienes, pues pudiendo actuar honorable o correctamente, no lo hace.
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