La posición en el charmides, de existir un conocimiento del todo, es que este tendría pleno control sobre nosotros, en cada aspecto y sobre todos los actos que serán realizados de acuerdo a dicha ciencia, incluyendo a los profetas que estarán subordinados a aquel que tenga a la sophrosyne por conocimiento, quien se convertirá en el verdadero profeta capaz de evitar todos los males, el que Platón nos indica en el Laches por intermedio de Nicias. Y sin embargo, al igual que en el Lysis, una pregunta queda. ¿Este profeta será feliz?
Sócrates respira aliviado cuando Critias le contesta que, además del verdadero profeta, la otra persona que tendrá sophrosyne es aquel que tenga el conocimiento del bien y del mal. Porque independientemente de si existe o no esta ciencia, no tendrá nada que ver con las demás ciencias, aún cuando sea necesario alcanzar esta ciencia para que las demás puedan hacerse bien y benéficamente. Si la ciencia que se había identificado con la templanza es la ciencia del bien y del mal, entonces Sócrates puede decir que la ciencia de la templanza no es la misma. Más aún, que la sophrosyne, en este caso, no tiene ningún beneficio para quien la posee, conclusión que no difiere en mucho con la situación alcanzada en el Lysis y que tendría como consecuencia la dominación de Afrodita sobre las personas como intima Platón al mencionar al Asno de Apuleyo. No obstante, esta conclusión solo se desprende de haber supuesto antes que la ciencia de las ciencias existe, que es posible conocer el trabajo de las demás ciencias, y de haber asumido una premisa irracional en palabras de Sócrates, que el hombre puede conocer aquello que no conoce. Solo así es posible afirmar que aquello tenido por más noble por todos no brinda beneficio alguno.
viernes, diciembre 14
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