miércoles, diciembre 26

A propósito del Emperador Juliano

Lectura de día de navidad, leí el pequeño ensayo que puede pasar por todo un elogio de Kojéve a su amigo Strauss. Una maravilla en lo que se refiere al arte de escribir y que ha tenido el extraño efecto en mi, ya insinuado en el protagoras, de hacerme dar cuenta el trabajo que significa, en el límite de lo posible, de volver a aprender a interpretar o a leer un texto.

Lo digo particularmente porque –pequeña confesión-no me considero especialmente hábil para traer a la superficie las contradicciones de un texto, en todo caso estoy mejor preparado para identificar las principales opiniones que se alejan de las tradicionales. Pero como muy bien nos advierte Strauss en el nuevo prefacio, así como una afirmación no se vuelve verdadera porque se muestre reconfortante, tampoco se vuelve verdadera porque se muestre terrorífica.

Todo lo que se puede decir acerca del piso en que me muevo, seguramente con otros, especialmente si consideramos otra advertencia, ahora de Kojève, que no es dado al filosofo sino sólo al sabio indicarnos cuál de dos afirmaciones hechas una es cierta y la otra no. Es entonces la tarea del filosofo el divertirse con sus lectores, practicar el arte de la escritura reeditando las penas y sufrimientos así como las alegrías y los placeres que el mismo filosofo sufrió al leer a maestros y que todavía, en el último día de su vida, duda acerca de cuál de las dos enseñanzas que extrajo es la verdadera.

Me he ido de tema, lo único sobre lo que quería reflexionar es sobre la última broma, que igualmente cuando Strauss trata el tema en el ensayo de Maimonides, se permite preguntarse por qué hacer público ensayos sobre el arte de escribir. Se puede decir que Maquiavelo resolvió, al menos en parte, el dilema de todo iniciado en filosofía de si esta permitido enseñar abiertamente la escritura esotérica. Nietzsche en el famoso aforismo de más allá del bien y del mal refuerza la idea que estas dos formas de escribir podrían estar circunscriptas al problema teológico-político y dejar a salvo la filosofía. El final del ensayo permite alcanzar una nueva interpretación sobre verdad en el sentido de descubrimiento y la imposibilidad de convertirse en sabio a través de la educación, lo que también permite toda una nueva significación de la educación liberal insinuada por Platón en el Gorgias.

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