Hay un interesante paralelismo acerca de lo que se discute de cómo debe actuar el Estado frente a dos de los principales problemas actuales: los delitos y la inflación. Nadie duda que estos fenómenos son de raíz compleja, pero mientras el gobierno para la inflación aplica controles de precio, a la hora de controlar la inseguridad, es la oposición la que pide más penas. Díganle como quieran, mano dura, respetar las leyes, cárcel para los delincuentes, etc. Como dice un reconocido blogero, con una frase estimulante, el Estado no estaba para organizar recitales, construir puentes o promover las exportaciones, sino para otorgar seguridad.
La llamativa paradoja, es que mientras que la inflación es combatida con lo que un conocido filosofo llamaría un dispositivo de disciplina, el cual el gobierno legitima por su aparente efectividad, a la hora de discutir la inseguridad, un dispositivo de tal tipo, como seria incrementar las penas, no aportaría solución alguna. Ciertamente todo esto es simplificar un poco las cosas, pero espero se me entienda.
Dicha diferencia me lleva a dos reflexiones. El primero es si con el dispositivo elegido no se obtiene el efecto inverso al buscado. Así como se puede argumentar que al equiparar las penas de, como ser, roba a mano armada y el homicidio, el chorro es indiferente entre uno y otro delito y consecuentemente, esta jugado, por lo que subir las penas de delitos menores tiene un efecto perverso, me pregunto si aplicando mayores controles de precios no tendremos un resultado parecido, que la escasez de tal o cual producto termine produciendo una mayor inflación en el futuro. Lo que varios economistas llaman inflación reprimida que tan presente esta en el ideario de los argentinos desde el rodrigazo.
La segunda reflexión es porqué se le concede a los controles de precios el estatus de efectividad y no a las penas. Qué diferencia a uno y otro caso, que la aplicación de poder de policía del Estado en un caso y en el otro sean distintos. Me atengo a una abstracción. Como varias veces se ha dicho, Más allá de que el discurso condene a los monopolios, es indispensable que estos existan para poder aplicar el control de precios, de lo contrario, frente a un fenómeno más atomizado, el dispositivo pierde su efectividad, que sería en el caso de las penas. No es que no podamos ser un poco esquizofrénicos y argumentar que lo que sirve en un caso no lo es para el otro, o qué hay fundamentos diversos en uno y otro problema. Pero esta perdida de coherencia se hace sacrificando la matriz de pensamiento que traduce los hechos actuales.
La llamativa paradoja, es que mientras que la inflación es combatida con lo que un conocido filosofo llamaría un dispositivo de disciplina, el cual el gobierno legitima por su aparente efectividad, a la hora de discutir la inseguridad, un dispositivo de tal tipo, como seria incrementar las penas, no aportaría solución alguna. Ciertamente todo esto es simplificar un poco las cosas, pero espero se me entienda.
Dicha diferencia me lleva a dos reflexiones. El primero es si con el dispositivo elegido no se obtiene el efecto inverso al buscado. Así como se puede argumentar que al equiparar las penas de, como ser, roba a mano armada y el homicidio, el chorro es indiferente entre uno y otro delito y consecuentemente, esta jugado, por lo que subir las penas de delitos menores tiene un efecto perverso, me pregunto si aplicando mayores controles de precios no tendremos un resultado parecido, que la escasez de tal o cual producto termine produciendo una mayor inflación en el futuro. Lo que varios economistas llaman inflación reprimida que tan presente esta en el ideario de los argentinos desde el rodrigazo.
La segunda reflexión es porqué se le concede a los controles de precios el estatus de efectividad y no a las penas. Qué diferencia a uno y otro caso, que la aplicación de poder de policía del Estado en un caso y en el otro sean distintos. Me atengo a una abstracción. Como varias veces se ha dicho, Más allá de que el discurso condene a los monopolios, es indispensable que estos existan para poder aplicar el control de precios, de lo contrario, frente a un fenómeno más atomizado, el dispositivo pierde su efectividad, que sería en el caso de las penas. No es que no podamos ser un poco esquizofrénicos y argumentar que lo que sirve en un caso no lo es para el otro, o qué hay fundamentos diversos en uno y otro problema. Pero esta perdida de coherencia se hace sacrificando la matriz de pensamiento que traduce los hechos actuales.
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